La actividad económica y el medio ambiente están profundamente ligados: todos los bienes que producimos provienen de la naturaleza y, al final de su ciclo de vida, regresan a ella en forma de desechos.
Según Sarangi (2019), citado por Towns (2020), mientras la integración económica avanza, los retos ambientales se vuelven más evidentes, provocando incongruencias entre leyes y políticas públicas que regulan el manejo de los recursos naturales y el comercio a diferentes escalas.
De acuerdo con Towns (2020), “los tratados comerciales como el T-MEC buscan crear un sistema de reglas coherentes entre socios comerciales que superen el caos regulatorio y disminuyan las contradicciones entre sus sistemas regulatorios nacionales”. Sin embargo, para lograrlo aún quedan tareas pendientes para México y sus socios:
una de las más importantes es cambiar el paradigma de riqueza, entendiéndola no solo como acumulación de bienes, sino como bienestar social y equilibrio con la naturaleza.
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